sábado, 25 de julio de 2009

RECORDANDO


Nueve meses han pasado ya. Rápidos e indolentes, permitieron que un día empujara al siguiente sin descanso. A la rutina abalanzarse sobre lo extraordinario y derrotarlo contra todo pronóstico. Maravillas puntuales entre horas de tranquilo, certero y regular tictac trataron de no pasar desapercibidas. Sin alardes ni ruido, el día a día se impuso con irresistible encanto. El tiempo y la costumbre son poderosos adversarios. La vida es tiempo, el tiempo vida. Gestionarlos es vivir.

Todo aquello soñado, deseado, buscado y encontrado, admirado, contemplado después y tan sólo vivido más tarde ha quedado atrás.

Pero todos estos meses no han pasado en vano. Caminando incansables a ritmo solar, han entregado puntualmente su legado, que nace de y para nosotros. Al principio, la tristeza del fin de viaje oprime. Más tarde comprendemos. El auténtico regalo es la rutina y no esos momentos estelares. La vida diaria…

Nueve meses han pasado ya desde que la silueta de Barcelona quedó olvidada tras el horizonte. Un mes desde que ese mismo horizonte apareció intacto por la proa. Treinta días para comprender. Setecientas veinte horas de descompresión.

Otras maravillas en la superficie esperan envueltas de la ya familiar rutina. Y como siempre, olvidaremos. Buscaremos nuevos momentos espectaculares, y serán éstos el objetivo de nuestros futuros sueños, hasta que otra vez comprenderemos. La vida seguirá…

Y llegará un día, cuando hayamos sentido este ciclo durante largo tiempo en nuestra piel, en que la luz se encenderá: la felicidad es como una emulsión. Sueños y rutina no podrán mezclarse nunca, pero, ¡qué momentos cuando se consiguen fusionar! Los dos son necesarios. Basta con tener las ganas de agitar y no temer su posterior separación…









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